Veremos el lento y gradual proceso que condujo desde las primeras sociedades neolíticas del valle del Nilo hasta las primeras dinastías faraónicas esencialmente, durante el cuarto milenio antes de Cristo.
Recordemos las tres etapas centrales de la historia de Egipto: Reino Antiguo, Reino Medio y Reino Nuevo. Los ingleses y los italianos prefieren hablar de “Kingdom” y “Regno”, respectivamente. En cambio, los franceses y los alemanes, prefieren hablar de “Empire” y “Reich”. La tradición egiptológica española, que es relativamente reciente, prefiere, mayoritariamente, el término “Reino” porque un imperio siempre es un reino y, en cambio, un reino no necesariamente es un imperio. Y, como de estas tres etapas centrales de la historia de Egipto, sólo el Reino Nuevo puede considerarse realmente un imperio, parece más lógico retener la palabra “Reino”.
Estas tres etapas centrales están separadas por los llamados “Períodos Intermedios”. El primer Período Intermedio separa el Reino Antiguo y el Reino Medio. El segundo Período Intermedio separa el Reino Medio y el Reino Nuevo, y el Tercer Período Intermedio se desarrolla después del Reino Nuevo.
La periodización, una periodización histórica, igual que la praxis histórica en general, no es algo aséptico, algo objetivo, algo que venga dado de manera natural, sino que es una construcción teórica y, por lo tanto, responde a un trasfondo ideológico, tanto de la persona que elabora la periodización como del período, de la época, que a esa persona le ha tocado vivir.
Estas etapas centrales de la historia de Egipto fueron definidas a mediados del siglo XIX, o en la segunda mitad del siglo XIX, en un momento en que, en Europa, la forma suprema, la forma superior de organización sociopolítica humana era el Estado nación. El Estado nación, fuertemente centralizado, con una administración centralizada, monárquico, normalmente, y, eventualmente, en proceso de expansión territorial. Era la época de los imperios coloniales. Estas características del Estado nación europeo moderno se proyectan, indefectiblemente, en las culturas del pasado, consciente o inconscientemente. Entonces, aquellas etapas de esas culturas del pasado que responden a estos patrones, que responden a estas características, son consideradas las etapas centrales de las evoluciones históricas de las culturas del pasado. Por eso, a estas etapas centrales se las llama, justamente, así, “Reinos” o “Imperios”.
Son etapas de fuerte centralización política que, en el caso de Egipto, significan una monarquía faraónica fuerte, que controla todo el territorio de Egipto desde la Primera Catarata hasta el Mediterráneo, si no, incluso, en algunas etapas un poco más. Son períodos, por tanto, de presencia de un Estado fuerte y centralizado. ¿Qué son, en cambio, los Períodos Intermedios, en el caso de la historia de Egipto? Pues, son etapas justamente, en que se verifica todo lo contrario. Son etapas de disgregación política. Son etapas en las que los dinastas locales asumen el poder en sus territorios, luchan entre ellos muchas veces por la supremacía en una región determinada, y emprenden procesos de reunificación del país, que son los que acaban culminando, al final de cada uno de los Períodos Intermedios, en la nueva etapa de centralización política y de unificación. Por tanto, el término de Período Intermedio, en realidad, es un término que se define por oposición a los Reinos. Son términos definidos en negativo, un poco como sucede con el término “Edad Media” en el caso de la historia europea.
La Edad Media, en realidad, no es nada. Es una etapa que va en medio entre una época de esplendor pasada, la Época Clásica, y una época de esplendor presente, la Europa Moderna. Esta periodización, con estos seis períodos centrales, se va afinando con el tiempo, y se añaden lo que se llaman las “Épocas”. Hay una época previa al Reino Antiguo, que es la Época Tinita, y dos épocas posteriores al tercer Período Intermedio, que son la Baja Época y la Época Grecorromana. De esta manera, tenemos, ya estructurada, toda la historia dinástica de Egipto. Estos períodos, a su vez, se subdividen en lo que llamamos “dinastías”, siguiendo un término propuesto por primera vez por un personaje llamado Manetón.
Manetón es un sacerdote egipcio originario de la ciudad de Sebenitos, en el Delta, que, en el siglo III antes de Cristo, escribe una obra titulada “Aegyptiaca”, en griego, ya que es un encargo del segundo de los Ptolomeos, Ptolomeo II Filadelfo. Efectivamente, después de la desmembración del Imperio de Alejandro, los distintos generales de Alejandro, se repartieron el Imperio Macedonio. Egipto tocó a Ptolomeo. La dinastía de los Ptolomeos era, por tanto, una dinastía extranjera, era una dinastía de origen griego. Y Ptolomeo II, que era un hombre culto, quiso conocer bien al pueblo que tenía que gobernar. Y para ello, pidió a Manetón que escribiera una historia de Egipto quien lo hizo en tres volúmenes que para desgracia, se ha perdido.
Poco después de que Manetón redactara los “Aegyptiaca”, se elaboró un epítome de la obra de Manetón, es decir, un resumen. Un resumen que consiste en la serie de las dinastías con los nombres de los Reyes, los años de reinado de cada uno de ellos y algún acontecimiento cuando parecía oportuno registrarlo. De este epítome, tenemos distintas versiones que nos llegan a través de los cronógrafos cristianos, en concreto, de Julio Africano, en el siglo III después de Cristo, Eusebio de Cesarea, en el siglo IV, y Jorge Sincelo, un monje bizantino del siglo VIII, naturalmente, después de Cristo.
Gracias a estos extractos, a estas versiones del epítome de la obra de Manetón conocemos el esqueleto, la esencia de la obra de los “Aegyptiaca” de Manetón. Además del epítome transmitido por los cronógrafos cristianos, poseemos un pasaje íntegro de la obra de Manetón, concretamente, el que corresponde a los hicsos. En efecto, en el siglo I después de Cristo, un autor de origen judío pero que escribió en griego, Flavio Josefo, en su obra “Contra Apión”, quiso demostrar la antigüedad de los judíos. Y para hacerlo, entroncó la historia judía con la historia egipcia, puesto que los egipcios eran considerados la nación más antigua de la historia de la humanidad. Josefo consideró a los hicsos como los judíos más antiguos. Y, en efecto, nosotros sabemos que los hicsos eran poblaciones semíticas procedentes de la franja sirio palestina, que se establecieron en el delta del Nilo, y que acabaron haciéndose con el poder en Egipto. Esto es interesante porque la iniciativa de Josefo nos permite conocer íntegro un pasaje de la obra de Manetón. Pero, tenéis que tener muy en cuenta que, este pasaje, en la obra de Josefo está puesto al servicio de una causa determinada y, por tanto, es muy probable que haya sufrido algún tipo de interpolación. De todos modos, es el único fragmento de la obra de Manetón que podemos leer de forma completa. Esto nos permite, por lo tanto, conocer la subdivisión en dinastías que Manetón realizó. Ahora bien, deberíamos preguntarnos,
Cuando hablamos de dinastía, en términos de historia europea, hablamos de una familia reinante. Una dinastía faraónica no es una familia reinante, o no lo es en primera instancia. Puede serlo, por ejemplo, si se trata de una dinastía extranjera, como los reyes etíopes o los reyes persas. Estos son familias reinantes que conforman una dinastía. Pero, en general, el último rey de una dinastía egipcia autóctona, es el hermano, el padre, o un pariente más o menos lejano del primer rey de la dinastía siguiente. Entonces, cuando hablamos de dinastía, ¿exactamente a qué nos referimos? Nos referimos a una secuencia convencional de Reyes que ha sido determinada en función de criterios distintos del familiar. Por ejemplo, en función de la capital desde la cual esta dinastía gobierna, o en función de un cambio en el ritual funerario. Por ejemplo, la Dinastía XII es una dinastía que se caracteriza por haber reinado desde una capital específica, Itytauy. Y el paso de la Dinastía III a la Dinastía IV…
El último rey de la Dinastía III es el padre del primer rey de la Dinastía IV. Ese paso viene determinado, muy probablemente, por el paso de la pirámide escalonada a la pirámide de caras lisas. Por lo tanto, hay razones de carácter ritual o de carácter geopolítico que determinan estos cambios de dinastía. Pero no se trata, insisto, de familias reinantes, sino que, muchas veces, una misma familia comporta distintas dinastías sucesivas. También es importante que tengáis presente que, en la obra de Manetón, las dinastías se nos presentan como correlativas unas a otras, se nos presentan como si se hubieran sucedido unas a otras. Nosotros sabemos en realidad, hoy, que en los períodos centrales de la historia de Egipto, en los reinos, en el Reino Antiguo, en el Reino Medio, en el Reino Nuevo, sí que se produce esta sucesión correlativa de las dinastías que conforman estos períodos. Pero, por ejemplo, en los Períodos Intermedios, muchas veces las dinastías no son sucesivas, sino que son contemporáneas, coexisten paralelamente en el tiempo. Esa es otra cuestión que también debemos tener en cuenta a la hora de comprender la periodización de la historia de Egipto.