No es fácil para nosotros, viviendo en el siglo XXI, entender el modo en que nuestros antepasados vieron el mundo y conceptualizaron su naturaleza mágica. A pesar de esta dificultad, tenemos que reconocer que la percepción mágica de la realidad ha sido hegemónica durante la mayor parte de la historia de la Humanidad, y lo es todavía en muchas partes del mundo. Este hecho ha sido explicado por eruditos modernos mediante diferentes enfoques. Uno de estos enfoques asocia la magia con una etapa primitiva del conocimiento, característica en las culturas premodernas.
Aquellas culturas, supuestamente incapaces de comprender ciertos fenómenos, habrían tenido que inventar explicaciones mágicas para dar sentido al mundo que los rodeaba. Esta idea está firmemente basada en la noción de un progreso lineal del ser humano, atribuyendo un grado menor de desarrollo a culturas más tempranas y una mejora gradual a lo largo de la historia (de la oscuridad a la luz) situándonos en la cumbre de esta progresión teleológica.
Siguiendo esta lógica, el presunto despertar intelectual de los tiempos modernos nos habría liberado de este sinsentido mágico, característico de culturas anteriores. Otra explicación común del pensamiento mágico, basada en gran parte en estudios antropológicos, establece su función y estructura como una construcción cultural, diseñada para regular emociones humanas como el miedo, la violencia, el poder o la cohesión de grupos humanos. Ambas explicaciones tienen, de hecho, mucho en común.
En primer lugar, ambas las formulan científicos occidentales que a menudo ven como inferior o menos desarrollada la gente y las sociedades que comparten creencias mágicas, históricas o contemporáneas. En segundo lugar ambos ven las creencias mágicas como intrínsecamente equivocadas en tanto que refutadas por la ciencia moderna. Como ya habréis adivinado, no compartimos este enfoque; aceptarlo significaría catalogar como ignorante a la mayor parte de las sociedades que han existido en el mundo desde que nosotros, los seres humanos, comenzamos a andar por la Tierra.
Consideraremos la magia, y específicamente la magia medieval, simplemente como otro modo de ver e interpretar las cosas. Un modo de entender y mediar con el mundo que nos rodea. Nuestro objetivo entonces no será explicar, demostrar o refutar la realidad de la magia, sino más bien describir y tratar de entender sin prejuicios las creencias y las prácticas mágicas de la gente de la Edad Media.